Blanco
y negro de la implosión del partido Farc
Junio
26, 2020 - 09:26 AM
¿Qué
está pasando con la colectividad que acaba de expulsar a cuatro de sus
dirigentes?
La
decisión del Comité de Ética del partido Farc de expulsar a Jesús Emilio
Carvajalino (Andrés París), José Benito Cabrera (Fabián Ramírez), Enrique
Zúñiga (Pablo Atrato) y Benedicto González (Alirio Córdoba), acusándolos de no
estar alineados con el Consejo Político Nacional de la colectividad y fomentar
una corriente contraria a las directivas de la organización, ha generado muchos
comentarios.
Hay al
menos diez puntos a considerar a la hora de analizar la situación interna del
partido Farc.
1.
Dicen que lo que mal comienza, mal acaba. Como lo conoce el país, el proceso de
paz estuvo plagado de una serie de errores, principalmente políticos, que
conllevó a una alta polarización, cuyo momento culminante fue la votación del
plebiscito, en octubre de 2016.
Por
supuesto, allí la principal responsabilidad fue del Gobierno que desatendió los
llamados desde muchos sectores favorables al proceso de paz para que buscara,
antes de sentarse a negociar, un consenso político. Uno de los resultados que
más rechazo causó fue que los jefes guerrilleros pudieran acceder a sus curules
en el Congreso sin pasar antes por la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP).
Y esto, a su vez, trajo como consecuencia que el partido Farc naciera sin
resolver los roces internos, que antes se solucionaban con base en el apego a
una estructura de guerra. Tomado del https://www.elnuevosiglo.com.co/
2.
Pero antes de eso, no hay que pasar por alto los guerrilleros que ni siquiera
se interesaron por la negociación con el Gobierno, huestes que al día de hoy,
según el ministro de Defensa, Carlos Holmes Trujillo, suman 4.600 personas,
2.600 en armas y el resto en redes de apoyo y milicias rurales y urbanas. La
dirigencia fariana siempre desestimó esta oposición interna al proceso de paz
alegando que se trataba de una minoría frente a quienes estaban unidos en el
propósito de ingresar a la civilidad.
3. Sin
embargo, el tiempo ha mostrado que eso no era del todo cierto. Un importante
sector, comúnmente llamado ‘ala militar’, accedió a sentarse a la mesa de La
Habana, incluso con uno de sus líderes, Luciano Marín (Iván Márquez), como jefe
negociador. Y ya sabemos cómo ni siquiera aceptó su curul en el Senado,
terminando al frente del grupo armado organizado residual Segunda Marquetalia.
4.
Entonces, ha resultado que los consensos internos marchan sobre la base de la
reproducción política del orden interno de sometimiento jerárquico al
Secretariado. Así, el compromiso con mantenerse en el proceso de paz, tanto de
los dirigentes como de los militantes inicialmente concentrados en los Espacios
Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR), descansa en no
cuestionar la presidencia de la organización en cabeza de Rodrigo Londoño
(‘Timochenko’).
5. Se
trata de un aspecto que resalta por una parte la debilidad del liderazgo de
Londoño, sino del compromiso colectivo con el proceso de paz, no necesariamente
porque quienes disienten de su jefatura quieran retomar las armas (se da por
sentado que esos ya se fueron), sino porque el círculo cercano de ‘Timochenko’
duda de sus intenciones.
6. Y
entonces hay que mirar las críticas internas a la labor adelantada por los
congresistas del partido Farc, que son un reflejo de los peros que se le ponen
a Londoño como jefe de la colectividad. El papel parlamentario se ha limitado a
ser veedores del cumplimiento (o del incumplimiento, como repetidamente lo han
dicho) de la implementación de los acuerdos del Teatro Colón. Se les reprocha a
senadores y representantes que, al desistir de las armas para hacer la
revolución, no hayan optado por un programa legislativo reformista, que
probablemente no tendría los votos para ser aprobados, pero habrían sentado
precedentes. Esa gestión se compara con la seguida por la Alianza Democrática
M-19 e incluso, con la de la Unión Patriótica cuando estuvieron en similares
circunstancias.
7.
Pero incluso se les achaca que no han tenido un liderazgo en la implementación,
pues les parece a los críticos que se quejan mucho, pero proponen poco.
8. La
tensión alrededor de todos estos peros ha llevado a un cisma entre la jerarquía
partidista y lo que en su momento llamaron la guerrillerrada, que ya no están
todos en los ETCR, pero que están organizados a partir de lo que en su momento
fueron esos espacios.
9. No
es gratuito que todas estas circunstancias internas se hayan producido mientras
afuera la gente tampoco siente afinidad con el partido Farc, como puede verse
en la alta imagen desfavorable que registra en las encuestas, pero sobre todo
en la exigua votación lograda en los comicios para Congreso en los que
aspiraban a conquistar curules adicionales a las otorgadas por los acuerdos.
Sus candidatos para Senado solo obtuvieron 49.170 votos (0,34% del total). Y en
la Cámara, es decir en las circunscripciones donde la guerrilla hizo presencia
histórica, los sufragios fueron 30.643 (0,22%). Sobra decir que ningún senador
o representante resultó elegido.
10. El
contraste más significativo es con lo ocurrido tres décadas atrás. En las
elecciones de marzo y mayo de 1986 la Unión Patriótica eligió 14 congresistas,
18 diputados y 335 concejales, mientras que su candidato presidencial Jaime
Pardo Leal registró el 10% de la votación total.
